CAPÍTULO 24,5
- Pepìnex, has visto lo que lleva el mono ese en las manos.
- Sí que lo he visto.
- Yo también lo he visto, Lupianex, vamos a seguirlo a ver a donde va. Os venís vosotros dos?
- Dejaros de pegos, que tenemos que hacerle la entrevista al cherif. -soltó Martinex.
- Vete tú para allá, que nosotros vamos a seguir al bicho ese, que va cargáo de botellas de Cardhu. Ahora nos vemos allí en el convento ese de los cjones que nos han dicho. -contestó Cárcamex, el tercer reportero de los cuatro enviados especiales a la cara oculta del Sagarmāthā.
Y así, nuestros tres
reporteros siguieron al mono de los cjnes, que no era otro que el
mamón de Carita de azucena.
Lo siguieron por un
sendero escarpado, hasta llegar a la entrada de una cueva. La cueva
estaba semioculta por unos ramajes colocados de mala manera para que
no se viera su interior. Los tres reporteros esperaron escondidos
detrás de una rocas hasta que vieron salir al mono.
- Vamos a entrar a ver que demonios hay ahí. -soltó Pepinex.
- No volverá el mono ese de los ojos saltones? A ver si nos pilla ahí dentro y nos da un mal rato. Se le veía cara de pocos amigos. -contestó Lupianex.
- Que va, ese no vuelve. Es sólo ver lo que hay ahí dentro y nos largamos. Nos están esperando en el 24,5h para hacerle el reportaje ese que nos han encargado, por un vistacillo no nos va a pasar nada.
Así dicho y así hecho.
Los tres reporteros entraron a la cueva, y una luz tenue alumbraba la
susodicha por un tragaluz en el techo de roca viva. Cuando vieron lo
que tenía allí metido el mamón del Carita de azucena, no se lo
podían creer. Ni la cueva de los cuarenta ladrones del Alí ese del
cuento tenía nada que ver con aquello.
FIN DEL CAPITULO 24,5
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