Escena primera.
Se abre el telón y se ve un
parque florido, un solo banco y un puesto de hot dogs muy americano. Entra en
escena el primer personaje, vestido con camiseta blanca y rotulada en letras
negras con la palabra “Pobre”. En el banco, comiéndose un hot dog, se encuentra
el otro personaje, con camiseta negra y rotulada en letras blancas con la
palabra “Rico”. El pobre lo mira con ojos hambrientos, se rasca los bolsillos y
saca una moneda envuelta en pelusilla. No le da para el perrito caliente. Se
acerca sigiloso al rico.
Pobre.- Buenos días, señor.
El rico no contesta, y sigue
devorando su perrito caliente con deleite.
Pobre.- Buenos días señor. (repite)
El rico levanta la vista y lo
mira de arriba abajo.
Rico.- Lo siento, no puedo hablar con usted. No debo hablar con
pobres. Mis padres me lo advirtieron desde muy pequeño, al parecer es una
enfermedad que puede ser contagiosa.
Pobre.- Me podría dejar una moneda para comprar un perrito
caliente, sólo tengo una y vale dos.
Rico.- No tengo ninguna moneda para dejarle.
Pobre.- Es que llevo dos días sin comer y sólo tengo una moneda en
el bolsillo. Mire. (Le dice el pobre tendiéndosela para que la vea)
El rico se acerca y mira la
moneda como si no hubiese visto en su vida nada semejante, y le contesta.
Rico.- No, no tengo de eso. No lo necesito, soy rico, no lo ve. (Contesta
con orgullo, señalándose el rótulo de la camiseta.)
Pobre.- ¿Los ricos no tenéis monedas?
Rico.- No, no las necesitamos. Eso son cosas de ustedes, los
pobres.
Pobre.- ¡Ah! (exclama con admiración sin entender nada)… -¿Y cómo
se ha comprado el perrito caliente, entonces?
Rico.- Sólo se lo he pedido, y el vendedor me lo ha dado. Es que
soy rico natural, comprende, acaso no lo ve usted. (Contesta señalándose de
nuevo el rótulo de la camiseta)
Pobre.- La verdad es que no, no lo comprendo.
Rico.- ¿Usted por qué es pobre?
Pobre.- Bueno, yo, soy pobre, pues la verdad es que no lo sé (que
le contesto yo a este rico o tonto natural, piensa en alto y mirando al público)…
-pues supongo que soy pobre por obligación.
Rico.- Hágase usted pobre por vocación, hombre, le irá mejor. (Le
suelta sin pensárselo y engullendo lo que le quedaba del perrito)
Pobre.- ¿Pobre por vocación? (Pregunta sin entender)
Rico.- Claro hombre. Mi abuelo me dijo que una vez mi bisabuelo
habló con uno. Son bichos raros, sabe usted, pero por lo visto existen. Yo no he
hablado con ninguno, por eso le he preguntado, bueno, en realidad usted es el
primer pobre con el que hablo… ¿Me enseña usted la moneda?
(Reacio, el hombre pobre por
obligación le vuelve a tender la única moneda que tiene).
Rico.- Es bonita ¿Me la da?
Pobre.- Es que si se la doy me quedo sin ella, y es la única que
tengo. (Contesta atónito ante la petición del rico)
Rico.- ¿Y de que le sirve a usted?
Pobre.- Pues si me dan otra, ya tendría para comprar un perrito
caliente, y podría comer.
Rico.- Nadie le va a dar otra en estos tiempos, son tiempos de
pobres por obligación yo no creo que queden pobres de vocación en el mundo, así
que no le va a servir a usted para nada esa moneda que tiene.
(El rico desvía la mirada, coge
un periódico de encima del banco, y se pone a leer sin prestarle más atención.
El pobre se queda sin saber qué hacer ante semejante personaje. Se retira unos
pasos, y vuelve indeciso)
Pobre.- ¿Señor, para que quiere usted la moneda si es usted rico?
Rico.- Ya se lo he dicho, nunca he tenido ninguna moneda, soy rico
natural. (Contesta sin desviar la vista del periódico)
Pobre.- Pero entonces de dónde le viene su riqueza, señor.
Rico.- De mi padre.
Pobre.- ¿Y a su padre?
Rico.- De mi abuelo.
Pobre.- ¿Y a su abuelo?
Rico.- De mi bisabuelo. (Contesta algo exasperado) –Por favor ya se
lo he dicho, soy rico natural y usted pobre por obligación, si aún fuese por
vocación, todavía, pero usted sólo es un pobre del montón, usted no me sirve.
El pobre se retira sin saber que
decirle, se para y se vuelve.
Pobre.- Tenga usted la moneda, señor.
Rico.- (Soltando el periódico y cogiendo la moneda con cara
risueña, la mira como algo raro y se la guarda) -Ha hecho usted bien, a usted
no le servía para nada sin otra, y yo nunca me he manchado las manos con el vil
metal. Sabía que me la iba a dar. Me ha caído usted simpático desde el
principio, aunque lo suyo no deje de ser por obligación… ¿Cree usted en Dios?
Pobre.- ¡En Dios!... Pues no señor, me tiro todo el día buscando
alguna moneda para llenar mi estómago que no para de rugir. No, no tengo tiempo
de creer en esas cosas… ¿Podría usted hacer algo por mí? Llevo mucho tiempo sin
trabajo, señor.
Rico.- ¿Qué sabe usted hacer?
Pobre.- Bueno, tuve tiempos mejores. Me costó bastante, pero a base
de becas logré sacarme un doctorado en ingeniería mecánica, sabe usted, lo que
pasa es que estamos pasando unos tiempos bastante malos y ya he perdido hasta la
esperanza.
Rico.- Los ricos naturales sólo contratamos a ricos de vocación y
episcopalianos en el caso de mi familia. No pueden llegar a ser ricos naturales,
aunque lo intentan con ahínco y nos sirven bien. Usted no me sirve por más
estudios que tenga, pero me cae simpático, es con el primer pobre que hablo. (Levantándose
del banco y dándole unas palmaditas en la espalda, le pregunta) –Y matar, ¿ha
matado usted?
Pobre.- ¡Por Dios, señor!, que pregunta es esa, no, por supuesto
que no, nunca he matado, odio la violencia, señor.
Rico.- Lo ve usted, así cómo va usted a progresar en la vida,
hombre. No cree usted en Dios, y para más inri no ha matado nunca. Bueno todo
se andará, no se preocupe, la primera vez te deja un sabor agrio, como la
tónica, pero una vez que se le toma el gusto… Venga usted conmigo, vamos a
jugar al golf, pero antes se va usted a pegar una buena ducha, porque huele
usted a pobre del montón, supongo, pues es usted el primero al que me arrimo.
Los pobres por vocación huelen algo mejor por lo visto, según le contó mi bisabuelo
a mi abuelo, claro está… ¿Cómo se llama usted?
Pobre.- Manolo Pobre Encadernado. ¿Y usted, señor? (Le pregunta
algo aturdido y dejándose llevar)
Rico.- Mi nombre es Juanito Rico Denascimento. (Pensando en voz
alta, hacia el público) –Si es que hasta el apellido tiene pobre, pero en fin
de madre portuguesa como yo, bueno vamos a ver si hacemos de él un hombre de
provecho, ya valdrá para algo, aunque sea para carne de cañón.
(Salen los dos de escena, y se
baja el telón)
FIN PRIMERA ESCENA.