lunes, 6 de agosto de 2018

RIOS DE SANGRE

Anteayer tuve un sueño magnífico. Aunque parándome un tiempo para pensar y agarrándome al tiempo que ahora me corre, fue más bien horripilante. En el sueño no era más que el comandante general y por encima de mí solo estaba Dios. ¡Uy! perdón, he dicho Dios, y lo que quería decir era el Gran Tejedor… La batalla fue sangrienta, pero los dos bandos llevaban su razón, y sólo Alá, ¡Uy!, perdón, quería decir el Gran Tejedor, estaba de parte del bando ganador. Éramos uno contra cien en rencor, pero Dios, ¡coño otra vez!, el Gran Tejedor estaba a nuestro favor.
Lanzadas las órdenes a generales y arengas a ejércitos, la batalla comenzó. Quiso Dios, ¡ay!, perdón, el Gran Tejedor, que el sol deslumbrase para nuestro favor. La batalla fue sangrienta y siempre para nuestra defensa. En el sueño dirigía el combate en primera línea de horror, flanqueado por mis alfiles tanto diestros como siniestros, y sobre mi caballo redentor atravesé las líneas que nos asustan pero que a la vez nos dan valor. La batalla fue piramidal, sangrienta y abismal. Las dos torres empujaron al unísono y por igual, y llegó el momento que mis legiones adelantaron mis adentros diezmando a diestro y siniestro hasta que en fuerzas equiparadas, el enemigo salió huyendo sin ver que una caballería andante le impedía tal retroceso. Esa fue su aniquilación, el no prever su rey que en los montes lejanos una de mis compañías esperaban esos momentos cercanos.
En el monte, en las laderas, la sangre corría a raudales. Los ríos teñidos lloraban y  madres y mujeres de carnales, horrorizadas, gritaban.
Finalizada la contienda, bajé de mi montura y quitándome la armadura hecha por vulcano, dios de la envoltura, desnudo, en los ríos teñidos de sangre me bañé y surgiendo encarnado grité;
“He vencido con tu ayuda, pero lloro mi ira y tu diablura, ¡Oh, gran hermosura! Violento señor,  Señor de la guerra y reservado por añadidura. Puedo ser peón o rey de reyes con los pies en la tierra, pero no entiendo lo de esta contienda que nos enfrenta a hermanos por  juegos divinos para ganar reinos de polvos anodinos… Ahora comprendo, ¡Oh, Gran Tejedor!, que esto sólo es una treta, en la cual nos dejas jugar, amar o matar y llorar hasta que aprendamos a dirigir nuestra verdadera libertad”.
En Montilla a 2 de abril de 2018
José María Aguilar Castro
Publicado en la revista de "La Corredera" julio 2018 

martes, 8 de mayo de 2018

CARNE DE CAÑÓN


Escena primera.
Se abre el telón y se ve un parque florido, un solo banco y un puesto de hot dogs muy americano. Entra en escena el primer personaje, vestido con camiseta blanca y rotulada en letras negras con la palabra “Pobre”. En el banco, comiéndose un hot dog, se encuentra el otro personaje, con camiseta negra y rotulada en letras blancas con la palabra “Rico”. El pobre lo mira con ojos hambrientos, se rasca los bolsillos y saca una moneda envuelta en pelusilla. No le da para el perrito caliente. Se acerca sigiloso al rico.
Pobre.- Buenos días, señor.
El rico no contesta, y sigue devorando su perrito caliente con deleite.
Pobre.- Buenos días señor. (repite)
El rico levanta la vista y lo mira de arriba abajo.
Rico.- Lo siento, no puedo hablar con usted. No debo hablar con pobres. Mis padres me lo advirtieron desde muy pequeño, al parecer es una enfermedad que puede ser contagiosa.
Pobre.- Me podría dejar una moneda para comprar un perrito caliente, sólo tengo una y vale dos.
Rico.- No tengo ninguna moneda para dejarle.
Pobre.- Es que llevo dos días sin comer y sólo tengo una moneda en el bolsillo. Mire. (Le dice el pobre tendiéndosela para que la vea)
El rico se acerca y mira la moneda como si no hubiese visto en su vida nada semejante, y le contesta.
Rico.- No, no tengo de eso. No lo necesito, soy rico, no lo ve. (Contesta con orgullo, señalándose el rótulo de la camiseta.)
Pobre.- ¿Los ricos no tenéis monedas?
Rico.- No, no las necesitamos. Eso son cosas de ustedes, los pobres.
Pobre.- ¡Ah! (exclama con admiración sin entender nada)… -¿Y cómo se ha comprado el perrito caliente, entonces?
Rico.- Sólo se lo he pedido, y el vendedor me lo ha dado. Es que soy rico natural, comprende, acaso no lo ve usted. (Contesta señalándose de nuevo el rótulo de la camiseta)
Pobre.- La verdad es que no, no lo comprendo.
Rico.- ¿Usted por qué es pobre?
Pobre.- Bueno, yo, soy pobre, pues la verdad es que no lo sé (que le contesto yo a este rico o tonto natural, piensa en alto y mirando al público)… -pues supongo que soy pobre por obligación.
Rico.- Hágase usted pobre por vocación, hombre, le irá mejor. (Le suelta sin pensárselo y engullendo lo que le quedaba del perrito)
Pobre.- ¿Pobre por vocación? (Pregunta sin entender)
Rico.- Claro hombre. Mi abuelo me dijo que una vez mi bisabuelo habló con uno. Son bichos raros, sabe usted, pero por lo visto existen. Yo no he hablado con ninguno, por eso le he preguntado, bueno, en realidad usted es el primer pobre con el que hablo… ¿Me enseña usted la moneda?
(Reacio, el hombre pobre por obligación le vuelve a tender la única moneda que tiene).
Rico.- Es bonita ¿Me la da?
Pobre.- Es que si se la doy me quedo sin ella, y es la única que tengo. (Contesta atónito ante la petición del rico)
Rico.- ¿Y de que le sirve a usted?
Pobre.- Pues si me dan otra, ya tendría para comprar un perrito caliente, y podría comer.
Rico.- Nadie le va a dar otra en estos tiempos, son tiempos de pobres por obligación yo no creo que queden pobres de vocación en el mundo, así que no le va a servir a usted para nada esa moneda que tiene.
(El rico desvía la mirada, coge un periódico de encima del banco, y se pone a leer sin prestarle más atención. El pobre se queda sin saber qué hacer ante semejante personaje. Se retira unos pasos, y vuelve indeciso)
Pobre.- ¿Señor, para que quiere usted la moneda si es usted rico?
Rico.- Ya se lo he dicho, nunca he tenido ninguna moneda, soy rico natural. (Contesta sin desviar la vista del periódico)
Pobre.- Pero entonces de dónde le viene su riqueza, señor.
Rico.- De mi padre.
Pobre.- ¿Y a su padre?
Rico.- De mi abuelo.
Pobre.- ¿Y a su abuelo?
Rico.- De mi bisabuelo. (Contesta algo exasperado) –Por favor ya se lo he dicho, soy rico natural y usted pobre por obligación, si aún fuese por vocación, todavía, pero usted sólo es un pobre del montón, usted no me sirve.
El pobre se retira sin saber que decirle, se para y se vuelve.
Pobre.- Tenga usted la moneda, señor.
Rico.- (Soltando el periódico y cogiendo la moneda con cara risueña, la mira como algo raro y se la guarda) -Ha hecho usted bien, a usted no le servía para nada sin otra, y yo nunca me he manchado las manos con el vil metal. Sabía que me la iba a dar. Me ha caído usted simpático desde el principio, aunque lo suyo no deje de ser por obligación… ¿Cree usted en Dios?
Pobre.- ¡En Dios!... Pues no señor, me tiro todo el día buscando alguna moneda para llenar mi estómago que no para de rugir. No, no tengo tiempo de creer en esas cosas… ¿Podría usted hacer algo por mí? Llevo mucho tiempo sin trabajo, señor.
Rico.- ¿Qué sabe usted hacer?
Pobre.- Bueno, tuve tiempos mejores. Me costó bastante, pero a base de becas logré sacarme un doctorado en ingeniería mecánica, sabe usted, lo que pasa es que estamos pasando unos tiempos bastante malos y ya he perdido hasta la esperanza.
Rico.- Los ricos naturales sólo contratamos a ricos de vocación y episcopalianos en el caso de mi familia. No pueden llegar a ser ricos naturales, aunque lo intentan con ahínco y nos sirven bien. Usted no me sirve por más estudios que tenga, pero me cae simpático, es con el primer pobre que hablo. (Levantándose del banco y dándole unas palmaditas en la espalda, le pregunta) –Y matar, ¿ha matado usted?
Pobre.- ¡Por Dios, señor!, que pregunta es esa, no, por supuesto que no, nunca he matado, odio la violencia, señor.
Rico.- Lo ve usted, así cómo va usted a progresar en la vida, hombre. No cree usted en Dios, y para más inri no ha matado nunca. Bueno todo se andará, no se preocupe, la primera vez te deja un sabor agrio, como la tónica, pero una vez que se le toma el gusto… Venga usted conmigo, vamos a jugar al golf, pero antes se va usted a pegar una buena ducha, porque huele usted a pobre del montón, supongo, pues es usted el primero al que me arrimo. Los pobres por vocación huelen algo mejor por lo visto, según le contó mi bisabuelo a mi abuelo, claro está… ¿Cómo se llama usted?
Pobre.- Manolo Pobre Encadernado. ¿Y usted, señor? (Le pregunta algo aturdido y dejándose llevar)
Rico.- Mi nombre es Juanito Rico Denascimento. (Pensando en voz alta, hacia el público) –Si es que hasta el apellido tiene pobre, pero en fin de madre portuguesa como yo, bueno vamos a ver si hacemos de él un hombre de provecho, ya valdrá para algo, aunque sea para carne de cañón.
(Salen los dos de escena, y se baja el telón)
FIN PRIMERA ESCENA.

lunes, 7 de mayo de 2018

DESESPERANZA



No es tiempo de escribir
Ya no es tiempo de leer.
Ya no hay tiempo para amar.
¡Lírica!, estás muerta... El poeta te mató.

Hay una luz de galibo en el horizonte.
Vayamos hacia ella como aciagos mosquitos.
Dirigidos a golpe de palos lo lograremos… Un camello pudo.
Atravesaremos ese ojo de esa aguja… microscópica.

¡Ay! Esta túnica de piel me lo impide.
Veo diablos alados sobrevolando andrajosos lugares.

“Infinitesimal…lísate”, Anacreonte.
Tu lírica hedonista ha muerto. 

sábado, 3 de marzo de 2018

LAS AVENTURAS DE NICO, REY DE LOS MARES.



Dedicado a la niña que supo apreciar la flor de jazmín,
riéndose a carcajadas ante la fragancia de una nueva vida.

INTRODUCCIÓN.- LA MALDICIÓN DE NICO.

Fue una vez un Rey, llamado Poseidón. Ese Rey tuvo tres hijos. Al mayor lo llamó Nico el tritón, por la valentía que desprendían sus ojos al brillar. Al segundo de sus hijos lo bautizó con el nombre de Ambrosio, por el suave y dulce olor a ambrosía que desprendió al nacer. La tercera fue una niña preciosa a la cual nombró Adelaida, por su hermosura e inocencia.
A los tres los quería con todo el amor que un padre pueda amar a sus hijos. 
Un buen día, se produjo un incidente en el fondo de los mares en los cuáles Poseidón reinaba. Un volcán explotó, al clavar el Rey su tridente en el fondo del mar, surgiendo una bella isla en la cual las semillas de la vida, empujadas por los vientos, se dejaron caer.
De esas semillas nacieron bellos árboles de todo tipo y de bonitos colores.
Una mañana en que el sol brillaba con toda su intensidad, aparecieron por ella animales de muchas especies, buscando el frescor de la sombra de los árboles que habitaban la isla. Todos ellos se hicieron amigos. Aún no existía la enemistad por aquellos tiempos. El león no comía cebras y los osos eran amigos de los hombres. Todos estaban contentos y se alimentaban de las ambrosías que el Rey Poseidón hizo plantar en su vasto jardín.
La noticia de aquella isla maravillosa llegó a oídos de Madelaila, la malvada bruja del norte.
Madelaila había sido una princesa de noble corte que estaba enamorada del Rey Poseidón, pero Poseidón ya estaba casado con Anfítrite, una bella ninfa de los mares, y a Madelaila le invadieron los celos, al no poder estar con su amado. Esos celos la convirtieron en la malvada bruja del norte, interponiéndose a todo lo que Poseidón creaba.
Al enterarse Madelaila de la existencia de una nueva isla, creada por el Rey, lanzó un conjuro malvado que transformó al mayor de sus hijos en un pececito rojo de los más pequeños que había en los grandes océanos, y escondiéndole la caracola que su padre le regaló al nacer, con la cuál levantaba las olas del mar, lo confinó a vagar por la inmensidad de los mares hasta encontrarla y poder anular el hechizo que la malvada Madelaila le había lanzado para volver a poner en movimiento las olas del mar que se había quedado como un estanque en calma afectando así la vida de todos los habitantes marinos.
Nico era muy valiente y no se amedrentó al verse convertido en el pececito más pequeño de los mares. Despidiéndose de sus padres y hermanos, se lanzó a la aventura sin miedo alguno. En la soledad de los mares, lo esperaba su más feroz enemigo, Sharkán el terrible, el malvado tiburón blanco, creado por Madelaila para impedirle su misión.

FIN DE LA INTRODUCCION




PRIMER CAPÍTULO.- CHASK, EL CANGREJO DE LA PINZA DE ORO.

Madelaida, la malvada bruja del norte, estaba sentada en el salón de su castillo pendiente de lo que aparecía en las pantallas burbuja. Los peces linterna estaban retransmitiendo en directo lo que pasaba en las puertas del castillo de Poseidón. En el interior, Nico se estaba despidiendo de sus queridos padres y hermanos. Tenía que salir para encontrar la caracola que Madelaila le había escondido en el rincón más recóndito de los océanos. Sólo contaría con su astucia e inteligencia para lograrlo, pues había perdido los poderes mágicos que la caracola le transfería.
-          No os preocupéis, -dijo Nico valientemente para tranquilizar a su familia que entre sollozos se abrazaba a él. – pronto volveré con mi caracola y las olas volverán a surcar los mares.
-          Eso, vuelve con tu caracola o sin ella, pero vuelve pronto Nico para que podamos seguir jugando con los caballitos de mar. –le contesto Adelaida su hermanita pequeña, entre lágrimas.
-          Sí hermano, dale a esa malvada bruja su merecido. –replicó Ambrosio inundando la sala con una suave fragancia a ambrosías con cada palabra que salía de su boca. –y ven pronto para que me sigas enseñando a manejar el tridente de papá.
Su madre Anfítrite abrazó a su hijo con dulzura, y le dijo al oído.
-          Toma este pequeño corazón y escóndelo entre tus escamas cuando te conviertas en pez al salir por las puertas del castillo. Está tallado en ámbar y tiene poderes mágicos, pero úsalo sólo en caso de extremo peligro, pues la magia contenida en él tiene efectos nada más que para tres veces. Me lo regaló Rea, tu abuela paterna, cuando me uní a tu padre. Sólo tienes que pronunciar las palabras siguientes, si te ves en peligro; “Por Rea, diosa consorte del Tiempo”, y se activará resplandeciente.
-          Gracias mamá. Te quiero mucho. –le agradeció Nico a su madre.
Le tocó el turno de abrazar a su padre y despedirse de él antes de lanzarse a la aventura.
-          Ten valentía, hijo mío, sólo así lograrás vencer los obstáculos que te esperan ahí fuera. Sé que lo lograrás. –le dijo apoyando sus fuertes manos sobre sus pequeños hombros.
Nico se despidió por última vez de su familia, y salió del castillo. Al pasar el umbral se convirtió, por influjo del malvado hechizo, en un pequeño pez de color naranja adiamantado y empezó a nadar en las profundidades de los mares. No sabía por dónde tenía que empezar a buscar y decidió nadar hacia delante. Estaba decidido a circunnavegar todos los mares y océanos del mundo, si era preciso, hasta encontrar su caracola, para ello sólo contaba con su inteligente astucia y el corazoncito ambarino que su madre le confío.
Al atardecer, ya cansado de tanto nadar, vislumbró una isla de coral en el fondo del mar, y decidió pasar la noche protegido entre las ramas coralinas que la formaban. –Este es mi refugio, pensó. –Tiene el mismo color que yo y pasaré desapercibido mientras duermo. Nico se dejó caer entre el coral, disponiéndose a pasar allí la noche, cuando una voz gutural le sobresaltó.
-          Este es mi territorio. Cómo osas invadirlo. Chask, chask.
Nico miro hacia atrás y vio un cangrejo enorme con una pinza reluciente que se abría y cerraba de golpe produciendo un chasquido.
-  Perdóname cangrejo. –dijo Nico. –es que estaba tan cansado que no podía seguir nadando y decidí pasar la noche aquí, pero si te molesto me voy.
            -  No es eso, sino que este es mi territorio y no debo dejar a nadie descansar en él si no me pide permiso.
            - Perdona, te vuelvo a repetir, no lo sabía. ¿Me das permiso ahora para pasar la noche? –preguntó Nico al cangrejo de la pinza reluciente como el oro.
            - Si, ahora has acertado. Sólo tenías que preguntármelo.
            - Gracias, cangrejo. ¿Cómo te llamas?
            - Me llamo Chask. –contestó el cangrejo.
            - Yo me llamo Nico. Encantado de conocerte. –dijo con su esmerada educación.
            - Bien, lo mismo te digo, pero no hagas mucho ruido porque está Sharkán rondando estos mares últimamente, y se le ve muy nervioso. –contestó Chask.
            -¿Quién es ese Sharkán? –le preguntó Nico.
            -Es un tiburón gigantesco que ha aparecido por estos entornos hace pocos días, y que a todo el que se cruza con él le pregunta de malas maneras que si ha visto al príncipe. Se le ven muy malas ideas y nadie se fía de él.
            -¡Ah! Exclamó Nico sin revelarle a Chask que el príncipe era él en realidad. –Bueno Chask, si me disculpas voy a dormir un poco pues estoy bastante cansado de tanto nadar.
            -Muy bien. Duérmete tranquilo, yo vigilaré por si aparece ese tiburón por aquí. No sé por qué pero me caes bien. –le contestó Chask.
Así fue como Nico conoció a Chask, entablando una amistad duradera en las aventuras que Nico, el futuro rey de los mares, estaba dispuesto a afrontar hasta encontrar su caracola.


FIN PRIMER CAPÍTULO

©       2017   José María Aguilar Castro

sábado, 24 de febrero de 2018

¡¡AY, QUE VIENE EL LOBO!!

¡¡AY, QUE VIENE EL LOBO!!


Es grave lo que está pasando, siento mucho decirlo pero es grave, aunque dentro de la gravedad siempre habrá tonalidades y esas tonalidades abarcan desde el blanco límpido y transparente hasta el negro más profundo e inexistente, cada uno le dé el tinte que más le guste. Es muy grave que los que nos mandan en nuestros países sean tan hipócritas y se dejen llevar por las pasiones de intereses ocultos y que encima, a la hora de la verdad, se acojonen, retracten y nos sometan a los aires de turno, pero es así, así somos la mayoría de los seres humanos, débiles, pues seguimos alimentando nuestras más bajas pasiones sin prever lo que pueda suceder.
No recuerdo cómo se decía en latín. Podría buscarlo en internet para escribíroslo, pero como os he dicho la situación es grave y no tengo cuenta en la red. Hay una frase muy simple en las guerras, “divide y vencerás”, y eso es lo que está pasando en el centro de nuestro universo, porque el centro de nuestro universo ahora mismo es Europa. No, no es América ni Asia sino Europa, y si no me crees, despliega cualquier mapamundi y lo verás. Deberíamos de sentirnos orgullosos de pertenecer a este continente donde se están fraguando cosas que aún ni podemos imaginar en lugar de dividirnos. Lo que no saben algunos mamíferos y políticos de turno, y digo de turno porque les ha tocado vivir esta situación actual porque así lo han querido por ansias de poder, (podrían haber montado una churrería en lugar de dedicarse a cosas tan serias, pero ni para eso creo que valdrían ni con cursos de reciclaje), que eso es lo que quiere el lobo, dividirnos para luego engullirnos, pues es más fácil trocear el bistec que comérselo entero.
Todos queremos ganar. No conozco a nadie en este mundo ni en otro al que le guste perder, pero para ganar otro tiene que perder, y el vencido someterse a la voluntad del vencedor y esperar su piedad o resignarse a ser ejecutado, allá cada cual con lo que haga, pues quién a hierro mata a hierro suele morir, como cantaban de Pedro Navaja, aunque, como bien dice mi buen amigo Paco, “¿Por qué me das con la mano habiendo fierros?” Siempre ha sido así por lo visto. Lo que no se debe hacer es encender pasiones para nada, prometer hasta meter y luego si te he visto no me acuerdo de lo que te he metido, porque es de cobardes, y eso es lo que veo en los dirigentes de la actualidad, mucha cobardía, aparte de los latrocinios inherentes al poder y más cosas que me callo.
No sé qué hago escribiendo esto y encima a estas altas horas de la madrugada, ni si alguien lo leerá, pues en el Sur más que leer lo que más nos gusta es hacer bien el amor como nos cantaba Rafaela la italiana, y me parece muy bien pues en esencia es lo que nos vamos a llevar, como tampoco sé si debo interferir con mis escritos en algo de esta situación actual pues bastante tengo con mi situación personal, pero bueno, hágase por el buen entendimiento y la concordia de ciertos energúmenos enfermos y pasotas que nos dirigen o así lo creen ellos.
Señores dirigentes, no nos dejemos llevar por lo que quiere el lobo, “divide ut regnes”, divide con el fin de reinar, que es lo que está pasando ahora mismo, porque podría lograr su propósito, “Divide et imperes” (divide y reina), o escrito en infinitivo, dividir y reinar... ¡¡Anda leches, y sin internet!!


En Tierra de conejos, a once de octubre del año dos mil diecisiete.


José María Aguilar Castro
(Publicado en la revista La Corredera en diciembre de 2017)

69.- La caja

69.- LA CAJA DE PANDORA A quel domingo caluroso, almorzamos en un restaurante cercano con unos familiares que no...