Dedicado a la niña
que supo apreciar la flor de jazmín,
riéndose a carcajadas
ante la fragancia de una nueva vida.
INTRODUCCIÓN.- LA MALDICIÓN DE NICO.
Fue una vez un Rey, llamado Poseidón. Ese Rey tuvo tres
hijos. Al mayor lo llamó Nico el tritón, por la valentía que desprendían sus
ojos al brillar. Al segundo de sus hijos lo bautizó con el nombre de Ambrosio,
por el suave y dulce olor a ambrosía que desprendió al nacer. La tercera fue
una niña preciosa a la cual nombró Adelaida, por su hermosura e inocencia.
A los tres los quería con todo el amor que un padre pueda
amar a sus hijos.
Un buen día, se produjo un incidente en el fondo de los
mares en los cuáles Poseidón reinaba. Un volcán explotó, al clavar el Rey su
tridente en el fondo del mar, surgiendo una bella isla en la cual las semillas
de la vida, empujadas por los vientos, se dejaron caer.
De esas semillas nacieron bellos árboles de todo tipo y de
bonitos colores.
Una mañana en que el sol brillaba con toda su intensidad,
aparecieron por ella animales de muchas especies, buscando el frescor de la
sombra de los árboles que habitaban la isla. Todos ellos se hicieron amigos.
Aún no existía la enemistad por aquellos tiempos. El león no comía cebras y los
osos eran amigos de los hombres. Todos estaban contentos y se alimentaban de
las ambrosías que el Rey Poseidón hizo plantar en su vasto jardín.
La noticia de aquella isla maravillosa llegó a oídos de Madelaila,
la malvada bruja del norte.
Madelaila había sido una princesa de noble corte que
estaba enamorada del Rey Poseidón, pero Poseidón ya estaba casado con
Anfítrite, una bella ninfa de los mares, y a Madelaila le invadieron los celos,
al no poder estar con su amado. Esos celos la convirtieron en la malvada bruja
del norte, interponiéndose a todo lo que Poseidón creaba.
Al enterarse Madelaila de la existencia de una nueva isla,
creada por el Rey, lanzó un conjuro malvado que transformó al mayor de sus hijos
en un pececito rojo de los más pequeños que había en los grandes océanos, y
escondiéndole la caracola que su padre le regaló al nacer, con la cuál
levantaba las olas del mar, lo confinó a vagar por la inmensidad de los mares
hasta encontrarla y poder anular el hechizo que la malvada Madelaila le había
lanzado para volver a poner en movimiento las olas del mar que se había quedado
como un estanque en calma afectando así la vida de todos los habitantes marinos.
Nico era muy valiente y no se amedrentó al verse
convertido en el pececito más pequeño de los mares. Despidiéndose de sus padres
y hermanos, se lanzó a la aventura sin miedo alguno. En la soledad de los
mares, lo esperaba su más feroz enemigo, Sharkán el terrible, el malvado
tiburón blanco, creado por Madelaila para impedirle su misión.
FIN DE LA
INTRODUCCION
PRIMER CAPÍTULO.-
CHASK, EL CANGREJO DE LA PINZA DE ORO.
Madelaida, la malvada bruja del
norte, estaba sentada en el salón de su castillo pendiente de lo que aparecía
en las pantallas burbuja. Los peces linterna estaban retransmitiendo en directo
lo que pasaba en las puertas del castillo de Poseidón. En el interior, Nico se
estaba despidiendo de sus queridos padres y hermanos. Tenía que salir para
encontrar la caracola que Madelaila le había escondido en el rincón más
recóndito de los océanos. Sólo contaría con su astucia e inteligencia para
lograrlo, pues había perdido los poderes mágicos que la caracola le transfería.
-
No os preocupéis, -dijo Nico valientemente para
tranquilizar a su familia que entre sollozos se abrazaba a él. – pronto volveré
con mi caracola y las olas volverán a surcar los mares.
-
Eso, vuelve con tu caracola o sin ella, pero
vuelve pronto Nico para que podamos seguir jugando con los caballitos de mar.
–le contesto Adelaida su hermanita pequeña, entre lágrimas.
-
Sí hermano, dale a esa malvada bruja su
merecido. –replicó Ambrosio inundando la sala con una suave fragancia a
ambrosías con cada palabra que salía de su boca. –y ven pronto para que me
sigas enseñando a manejar el tridente de papá.
Su madre Anfítrite abrazó a su
hijo con dulzura, y le dijo al oído.
-
Toma este pequeño corazón y escóndelo entre tus
escamas cuando te conviertas en pez al salir por las puertas del castillo. Está
tallado en ámbar y tiene poderes mágicos, pero úsalo sólo en caso de extremo
peligro, pues la magia contenida en él tiene efectos nada más que para tres
veces. Me lo regaló Rea, tu abuela paterna, cuando me uní a tu padre. Sólo
tienes que pronunciar las palabras siguientes, si te ves en peligro; “Por Rea,
diosa consorte del Tiempo”, y se activará resplandeciente.
-
Gracias mamá. Te quiero mucho. –le agradeció
Nico a su madre.
Le tocó el turno de abrazar a
su padre y despedirse de él antes de lanzarse a la aventura.
-
Ten valentía, hijo mío, sólo así lograrás vencer
los obstáculos que te esperan ahí fuera. Sé que lo lograrás. –le dijo apoyando
sus fuertes manos sobre sus pequeños hombros.
Nico se despidió por última vez
de su familia, y salió del castillo. Al pasar el umbral se convirtió, por
influjo del malvado hechizo, en un pequeño pez de color naranja adiamantado y
empezó a nadar en las profundidades de los mares. No sabía por dónde tenía que
empezar a buscar y decidió nadar hacia delante. Estaba decidido a circunnavegar
todos los mares y océanos del mundo, si era preciso, hasta encontrar su
caracola, para ello sólo contaba con su inteligente astucia y el corazoncito
ambarino que su madre le confío.
Al atardecer, ya cansado de
tanto nadar, vislumbró una isla de coral en el fondo del mar, y decidió pasar
la noche protegido entre las ramas coralinas que la formaban. –Este es mi refugio, pensó. –Tiene el mismo color que yo y pasaré
desapercibido mientras duermo. Nico se dejó caer entre el coral,
disponiéndose a pasar allí la noche, cuando una voz gutural le sobresaltó.
-
Este es mi territorio. Cómo osas invadirlo. Chask, chask.
Nico miro hacia atrás y vio un
cangrejo enorme con una pinza reluciente que se abría y cerraba de golpe
produciendo un chasquido.
- Perdóname cangrejo. –dijo Nico. –es que
estaba tan cansado que no podía seguir nadando y decidí pasar la noche aquí,
pero si te molesto me voy.
- No es eso, sino
que este es mi territorio y no debo dejar a nadie descansar en él si no me pide
permiso.
- Perdona, te vuelvo a repetir, no lo sabía. ¿Me das
permiso ahora para pasar la noche? –preguntó Nico al cangrejo de la pinza reluciente
como el oro.
- Si, ahora has acertado. Sólo tenías que preguntármelo.
- Gracias, cangrejo. ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Chask. –contestó el cangrejo.
- Yo me llamo Nico. Encantado de conocerte. –dijo con su
esmerada educación.
- Bien, lo mismo te digo, pero no hagas mucho ruido
porque está Sharkán rondando estos mares últimamente, y se le ve muy nervioso. –contestó
Chask.
-¿Quién es ese Sharkán? –le preguntó Nico.
-Es un tiburón gigantesco que ha aparecido por estos
entornos hace pocos días, y que a todo el que se cruza con él le pregunta de
malas maneras que si ha visto al príncipe. Se le ven muy malas ideas y nadie se
fía de él.
-¡Ah! Exclamó Nico sin revelarle a Chask que el príncipe
era él en realidad. –Bueno Chask, si me disculpas voy a dormir un poco pues
estoy bastante cansado de tanto nadar.
-Muy bien. Duérmete tranquilo, yo vigilaré por si aparece
ese tiburón por aquí. No sé por qué pero me caes bien. –le contestó Chask.
Así fue como Nico conoció a
Chask, entablando una amistad duradera en las aventuras que Nico, el futuro rey
de los mares, estaba dispuesto a afrontar hasta encontrar su caracola.
FIN PRIMER CAPÍTULO
© 2017 José María
Aguilar Castro
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